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História I will choose you--KokoInu week 2022 - Día 1 - História escrita por temari05nara - Spirit Fanfics e Histórias
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História I will choose you--KokoInu week 2022 - Día 1


Escrita por: temari05nara

Capítulo 1 - Día 1


Fanfic / Fanfiction I will choose you--KokoInu week 2022 - Día 1

Día 1: Día blanco


Advertencias:
            ✔️AU escolar
✔️OoC
         ✔️Romance


«Pienso que una obra de arte debería dejar perplejo al espectador, hacerle meditar sobre el sentido de la vida.»


—Antoni Tapies.


[...]


El tan esperado día había llegado y con él, la esperanza de la mayoría de las mujeres para recibir obsequios de parte de los hombres que les gustaban, amigos que apreciaban y más...


Todo era exactamente como se había planeado: las mujeres les entregarían regalos a los hombres con la única intención de demostrar el amor y cariño hacia ellos en San Valentín. Del igual modo, un mes más tarde, esos mismos hombres harían un regalo que podría equivaler al doble o triple de lo que la mujer le haya ofrecido.


Así siempre fueron los días blancos de cada año en la preparatoria ubicada en la ciudad de Tokyo, sitio vasto para los jóvenes de clase acomodada que no tenían ni una sola carencia y gozaban de la mejor educación.
Un día después de San Valentín, los delegados de cada clase se encargaban de organizar el siguiente evento.


Como encargado de su clase, Inui Seishu debía llevar adelante los preparativos del salón de clases para que no se vea tal como cualquier día y para ello, acordaron decorarlo como un restaurante de lujo, reemplazando los pupitres escolares por mesas redondas con manteles para simular una cita romántica. Eligieron luces tenues, una decoración con pinturas surrealistas que caracterizaba a su clase —más precisamente a los gustos de Inui— y platillos preparados por los mismos compañeros que destacaban en el área gastronómica.


Despreocupado por no tener que entregar ningún obsequio, Inui prefirió recorrer los demás salones y dejar al resto a cargo del suyo.
Admiraba en silencio cada esfuerzo, lo detallistas que podían ser y cuántos artistas nuevos podrían renacer después de abandonar la preparatoria.


Mientras caminaba por los pasillos, un tumulto de mujeres gritaban desaforadas y llevaban consigo una pequeña caja con bombones. Murmuraban y se sonrojaban al admirarla. Mucho más al probarlos.


—¡¡Estos son muy costosos!! —espetaba una de ellas, abriendo la caja y ofreciéndole a otra. —¡¡Además es de la firma de su familia!!


Entre el cotilleo, la admiración y la obsecuencia, Inui llegó a la conclusión de que esos regalos los había entregado Kokonoi Hajime. Su familia, dueña de la firma de los bombones Hajime, era la más respetada y reconocida de la ciudad.
Su hijo concurría a la preparatoria y era demasiado obvio que todos se lanzarían hacia él para obtener popularidad y beneficios.


—¡Seishu! —escuchó que gritaron en medio de la ronda de mujeres.


El aludido detuvo su paso y volteó en su dirección, esperando saber quién podría llamarlo.
De pronto, el silencio invadió por completo el pasillo y los pasos se oían cada vez más cerca suyo. Inui se mantenía estoico y atento, pues estaba seguro de que no tenía que hacer nada para su clase.

Para su sorpresa y la del resto de la escuela, Kokonoi era quien solicitaba su atención. Se acercó hasta él y estiró su mano para saludarlo con cordialidad.

—Es un placer conocerte, Seishu Inui. —Sus lánguidos dedos esperaban una respuesta semejante y al joven rubio no le quedó otra opción que estrechar la suya con la de él.

—Me parece extraño que alguien tan popular y que da aires de grandeza, con un espíritu y cuerpo inalcanzable trate con personas como yo... —respondió con franqueza.

Kokonoi rió y carraspeó. Acomodó su peinado y guardó las manos en sus bolsillos.

—Me gustaría invitarte a nuestro salón. Sé que tú eres uno de los delegados más sofisticados, con un buen gusto para la moda y el arte. Por eso necesito de tu opinión antes de que los demás ingresen y conozcan todo lo que estuve preparando. —propuso y el silencio los embargó por unos segundos.

Inui analizó brevemente la invitación y no percibió hostilidad en su voz, lo cual le indicaba que Kokonoi estaba siendo honesto con él.

—De acuerdo, pero sólo por un momento...

Hajime estaba feliz de haber logrado convencerlo y se le notaba en aquellas finas facciones de su rostro que la felicidad era desmesurada.

Las mujeres les abrieron paso y los jóvenes se marcharon en dirección al aula donde Kokonoi cursaba. El mismo se encontraba a unos cuantos metros más adelante y estaba custodiada por dos enormes muchachos que superaban el metro noventa de altura. Al ver a Hajime, se apartaron y le permitieron el ingreso junto a Inui. Una vez dentro, Kokonoi colocó seguro y encendió la luz.

Fue allí cuando Seishu observó la magnífica obra de arte que había preparado. No se asemejaba ni un poco al suyo, pues la temática de ellos era el Renacimiento, el movimiento artístico basado en la observación del mundo y su expresión a través de la razón y el conocimiento.

En el centro del aula había una mesa redonda y dos asientos. A su alrededor, las paredes exhibían pinturas al óleo que expresaban sus dotes renacentistas en donde, curiosamente, siempre aparecía un hombre demasiado parecido a Inui.
En una de ellas, lo mostraba sentado en una banca de la misma escuela, con sus brazos extendidos a lo largo del respaldo y su cabeza viendo en dirección al cielo que resplandecía. Sus facciones habían sido cuidadosamente coloreadas, transmitiendo un sinfín de sentimientos que lo alegraban y desconcertaban al mismo tiempo.

—Siempre pensé que en San Valentín, las mujeres de encargaban de hacerle regalos a los hombres, ¿sabes? —Kokonoi había cambiado su tono de voz a una más relajada. Se ubicó junto a Inui y agregó: —Pero este año me di cuenta que los regalos no son solamente materiales, sino que pueden ser actos que cambian la vida de alguien más...

Miró fijamente a Inui, esperando que éste hiciera lo mismo con él y cuando lo logró, prosiguió:

»—Ese día, en San Valentín, tú me regalaste la musa que me inspiró a pintar todos estos hermosos cuadros—Se acercó hasta el que había visto primero y acarició el marco. —. Tú te convertiste en la obra que necesitaba plasmar y que me incentivó a salir adelante cuando pensé que había perdido todo...

Inui no sabía cómo reaccionar al respecto. Por un instante, creyó estar frente a un potencial psicópata que lo perseguía sin que él lo notara. Pero, por otro lado, también observaba un creciente brillo en sus ojos cuando contemplaba sus obras de arte.

—De verdad... —Inui humectó sus labios antes de responder. —Son preciosos, tienes mucho talento y me conmueven. Aunque también me asustan. —Cruzó sus brazos y esbozó una sonrisa ladina.

El joven Hajime se colocó frente a Inui y llevó una mano hasta su mejilla. Por reflejo, Seishu  alejó su rostro y se ruborizó. Por consiguiente, Kokonoi se conformó con atravesar los límites de la barrera impuesta por el delegado.
Con su índice delineó el contorno de su rostro y suspiró.

—Sé que sonará un poco extraño pero-

—Todo esto ya lo es... —murmuró Inui, desviando su mirada.

Kokonoi soltó una risa sutil, enseñó y mordió su lengua en señal graciosa. Él era demasiado extrovertido y Seishu todo lo contrario.

—Me gustaría que posaras para mí. Ese será mi regalo del día blanco para ti. —confesó y enarcó una ceja.

Cada palabra de Kokonoi eran realmente atrapantes. Inui sentía la necesidad de negarse ante la petición pero su extraña y desmesurada afinidad por el arte lo intrigaba. Además, Kokonoi parecía estar muy entusiasmado y suponía que gracias a esa actitud podría pintar un magnífico cuadro.

—¿Qué tendría que hacer para cumplir tu capricho? —Seishu no hablaba con rodeos.

Estaba inquieto por la propuesta debido a que jamás imaginó encontrarse con ese panorama donde él estaba a solas con el estudiante más popular de la preparatoria. Se preocupó al imaginar que cualquier compañero de su curso podría buscarlo y no encontrarlo.

—Siéntate aquí y mira el cuadro que dejaré encima de mí. Puedes adoptar la postura que gustes, sólo que cuando lo decidas, trates de mantener la quietud por algunos minutos.

Inui miró a su alrededor y resopló. Luego, se ubicó en una de las sillas y apoyó su codo sobre la mesa, sosteniendo su rostro. Cruzó sus piernas y suspiró. Tal como le indicó Kokonoi, sus ojos se enfocaron en aquel hermoso cuadro que estaba detrás suyo.
Era extraño pero ver aquella calma plasmada en el lienzo le generaba paz, una que creía haber perdido hacía mucho tiempo. Recordó las palabras de su hermana aquella tarde de verano cuando le enseñó sus primeros tacones y cómo usarlos adecuadamente; a sus padres, una pareja distinguida y muy respetable que le mostraron un camino lleno de amor...

Y fue ese retrato que Hajime fue plasmando en su hoja. Mientras mojaba su pincel con acuarela, dibujaba cada facción delicada que generaba una mezcla de incertidumbre y belleza sin igual. Sus orbes iridiscentes eran tan hermosas como el atardecer que su cuadro representaba.
De hecho, en su mundo de interpretación artística, Kokonoi estaba contemplando la maravillosa vista de una persona disfrutando de la naturaleza. Los rayos del sol realzaban el color de sus irices, trayendo consigo un sinfín de sentimientos encontrados que lo motivaban al punto de querer conocer su interior, aquella faceta que escondía de manera recelosa al público pero que exponía claramente cuando algo lo emocionaba.

«Si su mirada es tan radiante, ¿cómo se oirán los latidos de su corazón? ¿cuán cálido será su aliento si sus palabras escaparan de su ser?»

Los pensamientos de Kokonoi se volvieron letras en sus hojas en blanco. Su mirada no se despegaba del rostro de Inui y su mano se deslizaba de manera independiente sobre la pintura.
Por un instante, Seishu pestaneó lentamente y Hajime contempló el sutil vaivén de sus finas y largas pestañas al subir y bajar. Sus orbes se encontraron y se detuvieron en las mejillas ruborizadas del otro.

Inui estaba enamorado del arte, de sus manos y de su mente creativa...
Kokonoi, de su belleza sin igual que era capaz de inspirarlo a realizar los cuadros más hermosos que haya hecho.

—E-este es para ti... —murmuró y le entregó la pintura a Inui.

Al recibirlo, notó que la mano de Kokonoi temblaba al igual que su voz. Al observar el resultado, Inui sintió una electrizante sensación que lo embargó y le gustó, en cierto modo. Aquellas sensaciones que se deslizaban por su columna le dieron piloerección y eso había provocado que soltara un jadeo impropio de él, pero adecuado a lo que despertaba en su ser. Kokonoi estaba apenado y orgulloso. Seishu era un hombre que no podía perder.

—Es maravilloso... —Inui dejó la hoja sobre la mesa porque aún estaba húmeda y levantó la vista hacia su artista. —Gracias.

—Feliz día blanco... —murmuró Kokonoi y procedió a guardar sus elementos de trabajo.

Asombrado por lo que escuchó, Inui carraspeó y se levantó de su asiento. Tomó lo que Kokonoi le había regalado y caminó lentamente en dirección a la salida. El ambiente se había tornado tenso, la inquietud que sentía Seishu era demasiado palpable y la pena de Hajime se acrecentaba conforme pasaban los segundos.

»—¿T-te gustaría...? —Cuando Inui estaba girando el picaporte, la voz de Kokonoi se alzó para captar su atención. —¿T-te gustaría trabajar c-conmigo?

Era una situación bastante inesperada. Inui jamás imaginó que Kokonoi tuviera algún tipo de interés artístico hacia él y que gracias a su presencia podría plasmar los cuadros más hermosos que haya visto, destacando principalmente en el arte renacentista, uno que era muy importante para Seishu.
¿Qué podría decir al respecto?

—¿De cuánto estamos hablando? —respondió de manera escueta y áspera. Inui no quería malgastar su tiempo.

—Por el dinero no habrá inconveniente. Yo mismo te pagaré para que seas mi modelo —Escuchó que se iba acercando hasta él. —. Lo que me gustaría saber es si estarías dispuesto a pasar largas jornadas conmigo...

Inui volteó y se encontró con la sonrisa de Kokonoi. Se trataba de la misma vista maravillosa que poseían sus obras de arte, lo cual le indicaba que todo lo que contemplaba eran sus ojos, su percepción del mundo en donde su propia visión también estaba allí. Era un sentimiento muy fuerte, la curiosidad se tomaba un amplio terreno en su mente y no podía siquiera pensar en otra respuesta.

—Está bien. Pero antes, quiero ver un cuadro más sobre mí como ese... —Señaló el mismo en el que él se encontraba en una banca. —Si tú logras atraerme con una pintura hermosa como esa a lo largo de esta semana, trabajaré contigo.

La propuesta incentivó a Kokonoi, quien extendió prontamente su mano para sellar el trato. Inui acercó la suya, sus manos se juntaron y se apretaron apenas, balanceándose de arriba hacia abajo.

—Verás la mejor pintura que haré de ti y no te arrepentirás jamás. —aseguró.

Porque lo que nadie sabía era que Kokonoi pasaba horas mirando los movimientos de Inui cuando se cruzaban en el patio de la escuela o en el jardín. Desde aquel día de San Valentín supo que la belleza no era utópica ni efímera, sino una que había tomado forma y que su mera existencia se dio para que él fuera tras ella.
Inui, por su parte, quería volver a experimentar aquel sentimiento desconocido que entibió su alma y lo estremeció al punto de querer gritar de placer ante los cosquilleos que le provocaba cada trazo, cada luz y sombra...

La escuela los recibió, sus compañeros los acompañaron y el arte los unió un 14 de marzo, justamente en el día blanco. Casualmente un mes después de que Kokonoi conociera la belleza de la musa que estaba adueñándose de su corazón de manera silente.

Fin.



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