— Bien chico, ya llegamos —dijo Joe— Bienvenido a la mansión Han.
Las puertas hacían un ruido muy pesado al moverse, los ladridos de los perros lo asustaban un poco. No tenían la apariencia de cachorros dóciles como los que se encontraban en la Villa. Eran fornidos, Minho estaba seguro que tenían mucha más musculatura que él.
Joe fue el primero en bajar para mantener tranquilos a los perros. A pesar de su apariencia seria y atemorizante, los canes parecían adorarlo. Se volvieron locos, movieron sus colas frenéticamente mientras Joe sacaba de su bolsillo una bolsa pequeña de snacks para perros. Les hizo un gesto de silencio, apoyando el dedo sobre sus labios. Sorprendentemente los perros se calmaron y esperaron pacientemente los premios por su buen comportamiento.
Hiroshi se bajó después para abrir la puerta a Minho.
— Son buenos chicos, sólo les gusta ladrar y verse feroces —comentó Hiroshi para tranquilizar a Minho- tan solo mira como se comportan con Joe.
Minho los miró, los perros se restregaban en sus piernas al tiempo que Joe los acariciaba y les hablaba de una manera incómodamente tierna para él.
— Joe se ve intimidante, pero la verdad es que es una persona con un gran corazón.
Joe, al escuchar que hablaban de él, se compuso y comenzó a ordenarse la ropa y sacudirse los pelos.
— Esta será tu casa y lugar de trabajo a partir de hoy, chico —dijo con seriedad Joe, intentando recuperar la apariencia temible que solía tener. Aunque ya no tendría efecto en Minho.
Minho contempló el jardín. Estaba precioso, un césped muy bien cuidado, habían rosales y un sinfín de flores. Pudo notar, además, que habían arbustos que estaban siendo cortados a mano, como si de una obra arquitectónica se tratase.
— Hey, Jeongin, ven a saludar —gritó Joe a un joven con jardinera y sombrero de paja.
El joven, alto, de piel clara y ojos rasgados, se acercó con una sonrisa mientras se secaba el sudor de la frente con el puño de los guantes de jardinería que portaba.
— El es Jeongin, es el jardinero de la mansión —dijo Hiroshi— todo la belleza que observas aquí, es gracias a las manos de este joven.
— Mucho gusto, soy Jeongin, el paisajista —dijo Jeongin, enfatizando en lo último mientras miraba de reojo a Hiroshi, con una sonrisa forzada— vengo un par de días a la semana para encargarme que la belleza de este jardín no pierda forma.
Hiroshi rió. Jeongin se unió con su jocosa risa, a la vez que golpeaba al guardia con su hombro. Minho los miraba con una sonrisa sutil, se notaba que tenían muy buena relación y había confianza entre ellos. Podrían haber pasado fácilmente como padre e hijo. Este último pensamiento provocó que la melancolía que aún no terminaba de irse de su corazón, volviera violentamente. Probablemente ese sentimiento lo acompañaría mucho tiempo.
Es algo difícil de sanar.
Hiroshi notó el cambio de actitud de Minho, y se acercó a él, apoyando las manos sobre los ojos del joven.
— Bien joven Minho, vamos dentro a conocer a tus otros compañeros —miró a Jeongin, quien se abanicaba con el ala de su sombrero de paja— nos vemos más tarde.
El trayecto desde la van hasta la puerta principal de la mansión estaba decorado con unas piedras pulidas, que te permitían caminar sin perder el equilibrio, pero respetando la estética natural que intentaban mantener. La entrada a la mansión, además, tenía un par de peldaños de loza preciosos. Sorprendentemente impecables.
Dos puertas de hierro forjado se mostraban imponentes tras los peldaños. Minho se sintió intimidado por el tamaño de la estructura de hierro. Estaba recién intentando asimilar lo que sus padres habían hecho con él, y ahora debía acostumbrarse a un lugar completamente nuevo, con gente desconocida, en un ambiente que jamás fantaseo con estar. Al menos no sin Christopher.
Hiroshi se encargó de abrir las puertas, las cuales se notaban pesadas por lo lento que se abrían. Minho esperaba que hubiera otra forma de entrar a la casa, ya que no estaba seguro si tendría la fuerza suficiente para conseguir abrirla por sí solo. Minho tuvo que contener su asombro cuando entraron al vestíbulo.
Una gran alfombra circular estaba ubicada entre la puerta principal y la escalera, una gran escalera que estaba hecha a base de piedra de mármol, al igual que la gran mayoría de los pisos de las habitaciones.
La escalera, también hecha de piedra de mármol, era muy ancha y resplandeciente. Mientras su mirada subía por los peldaños, se encontró con la silueta a contra luz de un joven delgado. No podía ver claramente su rostro por la luz que se reflejaba por los rayos contra el mármol, pero a medida que él comenzó a bajar hacia el vestíbulo lo notó.
Tenía el cabello liso, negro, estaba peinado hacia atrás y se notaba un poco húmedo. Minho no estaba seguro si siempre se peinaba así o fue un descuido al momento de lavarse la cara. Sin embargo, eso no importaba mucho. La primera impresión no tuvo piedad con el corazón de Minho, quién se esforzó en mantener la mandíbula en su lugar.. Unos pequeños ojos negros, que combinaban perfectamente con sus ojos, delgado, alto. Su atractivo era irreal para Minho.
— Buenas tardes, Señor Jisung —saludó Hiroshi, realizando una reverencia. Reventando la burbuja de ilusión en la que estaba Minho.
Minho hizo una pequeña reverencia en silencio, intentando mantener la compostura.
— Buenas tardes joven—dijo Joe, entrando al vestíbulo.
A Minho le llamó la atención que Hiroshi y Joe se referían de manera diferente al sujeto que estaba en la escalera. ¿Tendría eso algún contexto?
— Señor Jisung, le presento al Joven Minho —lo introdujo Hiroshi— se incorporará a las funciones de servicio en la mansión a partir de hoy.
Sentía las orejas calientes, sabía que estaba rojo. No esperaba una presentación como esa, al menos no tan rápido. Intentó bajar los nervios aterrizando a la realidad: ahora él sería su jefe o algo por el estilo, era ridículo sentirse nervioso en su presencia. Muy inmaduro de su parte.
Levantó la cabeza para mostrarse como alguien maduro, pero en cuanto lo hizo notó la mirada de Jisung, recorriéndole el cuerpo. Se quedó congelado un momento mirándolo, hasta que sus ojos se encontraron. Minho agradeció secretamente a Hiroshi cuando rompió la tensión se había producido entre él y Jisung.
—Por cierto, ¿Ha visto a la ama de llaves? — preguntó Hiroshi.
Minho aprovechó de apartar la mirada para enfocarla en sus manos. La tensión que hubo fue tan fuerte, que fue capaz de percibir cuando Jisung le quitó la mirada de encima para dirigirse a Hiroshi.
— No, no la he visto. Acabo de levantarme —respondió Jisung. Volvió a mirar a Minho un segundo, y luego volvió a dirigirse a Hiroshi— Debe estar en la cocina con Felix o Seungmin, ya sabes como son de conversadores esos tres.
Notó un dejo de molestia en el tono de voz, sin embargo la pequeña risa que dejó salir Hiroshi lo hizo sentirse confundido. Quizás se refería así a ellos en modo jocoso.
— Iremos a buscar a la señorita para que le haga una introducción al joven Minho -se despidió con una pequeña reverencia y una sonrisa— que tenga un buen día señor Jisung.
Sintió la mano del guardia en la espalda, como un indicador de su retirada. Por lo que Minho se apresuró en despedirse con una rápida reverencia a la vez que daba la última mirada a Jisung.
Caminó al lado de Hiroshi hacia, lo que intuía era, la cocina. Se sentía un poco incómodo, pero no aquella que te llena de escalofríos, sino que la sensación había alcanzado su estómago y le hacía cosquillas.
Llegaron a una puerta doble, rústica. Por el vidrio se veía una pequeña cortina de encajes, que tenía como objetivo bloquear la visión hacia dentro.
—Que ridículo —pensó Minho— ¿Para qué pones una ventana en una puerta si la vas a cubrir?
Hiroshi tomó las manillas de ambas puertas, y las abrió de golpe. Unos gemidos asustados se hicieron escuchar. Con los ojos como platos, tres personas estaban casi abrazadas en una esquina, junto a la ventana. Minho asumió que eran los tres conversadores a los que se refería Jisung.
— Ay Hiroshi, ¿no puedes entrar de manera normal a la cocina? — exclamó una joven de pelo corto, negro azabache, con un cintillo de empleada. Como el que usaba Nanny en el libro de los 101 Dálmatas.
— ¿Cómo estás querida? —dijo sonriendo Hiroshi— Yo bien, muchas gracias por preguntar.
La chica rodó los ojos a la vez que reía, y lo saludó con un abrazo. Sus ojos saltones se hicieron notar nuevamente cuando hizo contacto con los de Minho.
— ¡Hola! —exclamó sorprendida, luego miró a Hiroshi— ¿y el quién es?
Minho soltó una sonrisa tímida mientras la miraba. Hiroshi soltó suavemente a la joven, para acercarse a Minho a la vez que estiraba un brazo para apoyarlo sobre su hombro.
— El es Minho —sonrió mirando a los tres miembros que estaban en la cocina— comenzará a trabajar aquí a partir de hoy. Así que necesita una introducción y que le presenten el lugar
Una cara rubia y otra castaña, se hicieron presentes, con la curiosidad pasmada en sus rostros. El chico rubio tomó la iniciativa y se acercó a Minho para extenderle la mano.
— ¡Hola, soy Felix! —se introdujo Felix mientras apuntaba hacia al otro chico- él es Seungmin. ¡Bienvenido a la Mansión Han!
Escuchó un suave hola, buscando la voz, se encontró con una sonrisa amplia que agitaba su mano con energía en modo de saludo. Seungmin acompañó a Felix a presentarse.
— Soy el Chef de la Mansión —continuó Felix— estoy a cargo de las comidas de los Han y de los banquetes que realicen. También de la comida del personal — amplió más aún su sonrisa— así que... ¡Cuéntame que es lo que no te gusta y tus platos preferidos para tenerlo presente!
— Yo soy Seungmin y estoy encargado de la atención de los integrantes de la familia y de los invitados en caso de que los haya.
Minho se sentía un poco amedrentado con tanta energía, pero a la vez estaba cómodo. Se notaba que tenían buena química y se complementaban bien. Podía divisar fácilmente lo bien que se llevaban y que prácticamente eran una pequeña familia. La imagen de Hiroshi no representaba para nada lo amable y afectivo que era con las personas, nunca habría imaginado lo cercano y cariñoso que podría ser.
Vio que murmuraba algo con la chica, pero cuando intentaba leer sus labios, Seungmin volvió a hablar.
— También me dedico a apoyar las labores de la ama de llaves, Ryujin. La pelicorta de ahí —dijo esto último susurrando, mientras apuntaba con su dedo a la chica que conversaba con Hiroshi.
Al parecer Hiroshi y Ryujin acababan de terminar de hablar porque en cuanto sintió el susurro de Seungmin, ella se dió vuelta rápidamente con un rostro severo.
Seungmin soltó un grito ahogado a la vez que intentaba esconderse detrás de Felix, quien a carcajadas intentaba calmar la situación.
Minho miraba la situación desde fuera, se sentía extrañamente cómodo, pero a la vez, tan fuera de lugar. Esperaba que ese sentimiento se disipara eventualmente, pero la calidez que había en ese lugar, le daba la esperanza de sanar rápido.
Después de un par de minutos, el alboroto de la cocina finalmente cesó. Seungmin seguía riéndose a la vez que Ryujin lo fulminaba con la mirada. Hiroshi, en el otro extremo, se reía. Se notaba que ese tipo de situaciones eran normales entre los empleados.
— Bien, te encargo al joven, Ryujin — dijo mientras se aproximaba a la puerta — mañana volveré para saber si hiciste un buen trabajo —terminó esta frase con una sonrisa, guiñándole el ojo a los cuatro.
— Bue, ¿Qué insinúas? —refunfuñó Ryujin al guardia, quién cerró la puerta mientras soltaba una carcajada — este tipo siempre bromeando conmigo.
— ¡Bien! — exclamó con un suspiro mientras se volteaba hacia Minho — ¡Bienvenido Minho! Yo soy Shin Ryujin, el ama de llaves de la mansión. Me preocupo de que todo esté en orden, sobre todo ese peloliso de ahí -mirando con ojos entrecerrados a Seungmin.
Ryujin lideró el recorrido por la mansión comentando las funciones que tenían que cumplirse en cada habitación y el uso que se les daba. El primer piso constaba de cuatro espacios: cocina, salón buffet, biblioteca y la oficina del señor Han padre.
La cocina la manejaba principalmente Felix, no obstante en reuniones sociales o banquetes, todos los empleados de la mansión debían estar presente a la hora de servir los platillos, además de encargarse de los licores que se encontraban en la habitación al costado del frigorífico.
Empujó las puertas del salón buffet y comenzó a explicar cómo se utilizaba en todas las reuniones sociales. Por lo general se comenzaba con un aperitivo en el vestíbulo, entre tanto llegaba el resto de los invitados, antes de pasar al salón. Este espacio también tiene proyector y pantalla para realizar presentaciones, por lo que el personal debe estar en conocimiento total de su funcionamiento, pues se utiliza en las reuniones de negocios del señor Han.
— Nosotros nos encargamos de servir los platillos y servir las copas. Obviamente el servicio no acaba hasta que los invitados se retiren — indicó Ryujin— debemos tener en cuenta que algunos se quedan, especialmente si se trata de invitados del joven Jisung.
— En el caso de las reuniones de negocios del señor Han — continuó Seungmin— estamos al pendiente en caso de que necesite algo. Sin embargo, por su oficio, es una persona muy organizada y nos suele avisar de todo con anticipación.
La introducción a la biblioteca la realizó Seungmin. Se ocupaba dos veces a la semana por el club de lectura en el que participaba la señora Han. Durante los días de uso sólo se les prepara té o jugo, ya que las invitadas suelen traer repostería como aporte al club. Sin embargo, a Felix igual le gustaba sorprender con algún postre o pan especial.
— Las señoras adoran a Felix, una vez lo ven, no lo sueltan — le comentó Seungmin — así que hay que evitar que lo vean para que no se atrase con las labores de cocina.
Ryujin guió a Minho hasta una puerta que, a diferencia del resto de habitaciones, estaba bajo llave.
— Esta es la oficina del señor Han y siempre está cerrada — dijo Ryujin— las únicas llaves están en manos del señor Han y mías — mostrando la argolla con el juego de llaves que cargaba.
Ryujin abrió las persianas para dejar entrar la luz y ventilar la oficina. Minho notó que la habitación tenía varios diplomas y fotografías en las paredes, acompañado de personajes aparentemente célebres de Corea del Sur. Enfocó su vista en los marcos del escritorio, una de las esquinas tenía un cuadro con tres caras sonrientes, en la esquina opuesta se encontraba la fotografía de un infante de no más de 4 años. "Debe ser el chico de la escalera, el hijo" pensó Minho.
— La limpieza de esta habitación la realizo sólo yo. Por un tema de protocolo más que nada—finalizó Ryujin.— Pasemos a revisar el segundo nivel y aprovecho de mostrarte la habitación donde dormirás.
El segundo nivel constaba de 6 habitaciones y un baño para los invitados. A un extremo del pasillo se encontraba la habitación del Señor y la Señora Han. Ryujin y Seungmin se encargaban del aseo de esa habitación "Será solo hasta que logres aprender sus manías" comentó Seungmin.
— En el otro final de este pasillo —siguió Ryujin, apuntado al ala izquierda— está la habitación del hijo de los señores: Jisung.
Minho vió de reojo el gesto de desagrado que hizo Seungmin en cuanto el ama de llaves pronunció su nombre. Miró a Seungmin y este le devolvió la mirada con una sonrisa.
— Por ahora esa habitación la hago yo, pero ya que estás aquí— comentó Seungmin— serás mi ayudante hasta que puedas dedicarte a esa habitación solo.
Esto provocó que Minho se sintiera un poco nervioso. ¿Tomar una habitación solo? y, sobre todo, la habitación que Seungmin había mostrado desdén. Esperaba poder conseguir más información sobre la situación, pero Ryujin continuó:
— Como puedes notar, hay tres habitaciones por ala. La mía está en el ala derecha, entre la habitación de los Señores y la habitación de huéspedes. Ahí dormimos Felix y yo.
— La de nosotros está en el ala izquierda, pero al lado de la escalera. —indicó Seungmin— Ya que Ryujin está pendiente de los señores en las noches y yo de la puerta principal.
— ¿Y el baño de invitados? — preguntó Minho.
— ¡Cierto! —exclamó Ryujin— el baño de invitados se encuentra en un pasillo pequeño en el ala izquierda, entre la habitación del joven Jisung y de la habitación de huéspedes.
—La mayoría de los invitados saben donde están— comentó Seungmin— pero en caso de que sean nuevos, debemos indicarles dónde están y acompañarlos en el trayecto.
Minho miró a Felix, quién los había acompañado y se había mantenido en silencio todo el recorrido. Felix lo notó y se giró hacia el agitando frenéticamente su mano, saludándolo:
—¡Yo hago sólo cocino y hago postrecitos!— exclamó Felix dando un pequeño saltito con alegría.
El recorrido finalizó con Minho conociendo su habitación. La pieza que compartiría con Seungmin era grande, constaba de dos camas de plaza y media, walking closets para cada uno y un gran ventanal con vista al jardín frontal. El baño, que también era amplio, estaba cubierto de baldosas blancas implacables. En la ducha, que poseía una tina además, era lo suficientemente espaciosa para dos personas. "Espero no tener que usarla al mismo tiempo que Seungmin" pensó Minho.
—La tina se ocupa de manera individual —dijo Seungmin, tras observar a Minho con la mirada fija en la tina— por si acaso.
Minho se sintió cohibido por lo fácil de leer que era. O lo rápido que era Seungmin para deducir cosas. Vió que sobre el lavamanos había un precioso espejo decorado con piedras en sus contornos. En una esquina estaba el inodoro y a su lado... una extraña bacinica sin respaldo, con una llave de agua.
— ¿Qué es eso? — preguntó Minho, apuntando a la extraña instalación al costado del inodoro.
— Ah, eso... —murmuró Seungmin— eso es un bidet.
—¿Qué es un bidet?
— Mmh, ¿Para qué crees tú que sirve? — preguntó Seungmin
Minho pensó un momento y respondió:
— ¿Para vomitar cuando uno se siente enfermo y tomar agua sin ensuciar el lavamanos? —respondió Minho, quién se descolocó cuando Seungmin comenzó a reír.
—Similar, pero no — aclaró Seungmin, fracasando en controlar la risa— sirve para limpiarse, pero el otro extremo del cuerpo.
— ¿Los pies?
— Mmh, digamos que no es la cara ni los pies sino que... —aguantó su risa lo mejor que pudo antes de continuar— la cara partida.
El nuevo integrante de la mansión se mantuvo unos segundos pensando, hasta que su cara se puso roja y el asombro no pudo pasar desapercibido. Escondió la cara entre sus manos, mientras Seungmin se reía a su lado.
— Venga Minho— dijo Seungmin mientras le apoyaba una mano en el hombro—vamos a descansar un momento.
Se recostaron a descansar sobre la cama unos minutos hasta que los ladridos de los perros y la puerta abriéndose les anunciaba la llegada de alguien.
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